jueves, 3 de octubre de 2013

Faadumi

Relato corto que escribí para un certamen cuyo tema se dirigía al voluntariado.


El primer pensamiento que tuve cuando llegué fue: “quiero marcharme”. Me sentí como si estuviera en el mismísimo infierno.

Durante algunas semanas más esa sensación me acompañó permanentemente.

Sin embargo, nunca dije que quería volver. Vine hasta aquí porque me sentía perdido allá de donde soy: sin trabajo, sin expectativas… Sin futuro. Cuando llegué comprobé lo que significa no tener futuro. El hambre, la muerte y la pena fueron mis principales anfitriones y las pesadillas mis infatigables compañeras de cama. Cuando no podía resistir más, me escondía para llorar sin que nadie me viera. Pero nunca propuse marcharme. A pesar de que lo deseaba en secreto, a pesar de que no me sentía útil aquí, que no creía que la experiencia fuera a servir de nada. Si me quedé fue porque no quería sentirme nuevamente un fracasado. No quería ver a mi padre otra vez poniendo esa cara de “si ya te lo dije”.

Así que me quedé; amargado y fatigado por la falta de sueño, pero me quedé.

Y un día, de repente, Faadumi sonrió. Estaba ayudando a Dominique y a Andiara en la construcción de la nueva escuela cuando una tabla de madera se me cayó justo encima del dedo gordo. Me cogí el pie y empecé a pegar botes como un mono; luego encima resbalé y caí de culo. Faadumi me vio y permaneció observándome con sus grandes ojos negros y brillantes. A los pocos segundos sonrió; era la primera vez que lo hacía. A su sonrisa le siguió una risa desbocada que acabó contagiando a los demás niños del campamento. Dominique y Andiara me levantaron entre carcajadas y continuamos con el trabajo. Pero yo ya no pude en lo que quedó de día quitarme la sonrisa de Faadumi de la cabeza.

Si una niña de siete años que había visto a toda su familia morir a manos del grupo rebelde Al Shabaab era capaz de sonreír, aquel lugar no podía ser tan malo. Al fin y al cabo, los sitios los acaban haciendo las personas. Al fin y al cabo, a veces es necesario cruzar las entrañas del infierno para hallar el paraíso.

        Y éste es el mío, y se llama Somalia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tu opinión sobre lo que acabas de leer.