martes, 4 de agosto de 2009

Chistes Malos

Sinopsis: Una noche de juerga más para Carlos. Mucho alcohol, chicas, y algunos chistes malos. Malos como la vida misma.

¿Sabéis por qué en África nunca ven el telediario? Porque lo ponen a la hora de comer.
Risas generalizadas. Incluso yo sonrío, de forma muy muy imperceptible, ante la ocurrencia de Cristóbal; aunque sin duda se debe más a las cuatro jarras de cerveza que ya me he bebido que a su ingenio. Es sábado noche y estamos en La Vidriera, uno de esos sitios con grifos de cerveza en las mesas y marcadores que indican los litros consumidos, para que los grupos compitan entre ellos, la gente se emborrache y el dueño del local llene la caja registradora. El plan es cogerla (referido a los efectos del alcohol) y cogerla (referido al sexo femenino), según palabras explícitas de alguno de los cuatro fulanos (tres y medio más bien, ya que Víctor casi no cuenta) con los que comparto mesa y alcohol.
Vale, ahí va éste dice ahora Felipe, pidiendo que le escuchemos, seguramente porque ha tenido una educación muy permisiva por parte de sus padres o los cuidadores del zoológico donde fue criado, lo que le ha llevado a la mala costumbre de pedir de más, aunque nosotros (sí, puede que incluso hasta yo) también tenemos nuestra parte de culpa, pues ya hemos cometido la equivocación de escucharle otras veces y no vamos a dejar de hacerlo ahora porque resultaría incoherente, en cambio, si nunca le hubiéramos escuchado desde un principio (como hicimos con Víctor), ahora no tendríamos que hacerlo, la noche sería más provechosa y es muy posible que también la dinámica de nuestro grupo funcionase de modo más efectivo, y hago esta reflexión al mismo tiempo que me doy cuenta de que Felipe acaba de iniciar su sexta jarra, habiéndome cogido por tanto la delantera, y eso me hace desear que sea lo que sea lo que se dispone a contarnos, tenga tan poca gracia y sea de tan mal gusto que todos decidamos, conmigo a la cabeza, echarle del grupo de forma inmediata (y a patadas, si también  puede ser) y nos conjuremos para evitar a cualquier precio que vuelva a dirigirnos la palabra a cualquiera de nosotros; así que Felipe, ten mucho cuidado con lo que pidas y digas a partir de ahora. ¿Qué hacen cien epilépticos en una disco? pausa, intriga, aburrimiento… La fiesta de la espuma.
No ha estado mal, no me he reído, por supuesto, pero los demás sí, y eso hace que me eche atrás en mi intento de exiliar a Felipe; ha tenido suerte, el mérito es sin duda de la cerveza.
Vuelvo la vista a mi derecha y veo a dos chicas en una mesa cercana a la nuestra. Están bebiendo también, lógico, mientras conversan con un grupo de fulanos de nuestra edad (veintepocoañeros) pero mucho más imbéciles (supongo, siendo perfectamente consciente del extremismo de mi suposición), y entre los cuales se encontraran sus novios (no supongo, me temo). Una es morena, la otra rubia, un 7 y un 8 respectivamente, pues la rubia tiene mejores tetas, llevan vestidos ajustados, por supuesto, ya que las dos son delgadas, y hablan y ríen muy cerca la una de la otra, lo cual hace que me imagine a la morena cogiendo de repente a la rubia del pelo y dándole un beso con lengua tan húmedo que la saliva de ambas bocas se desborda sobre sus rostros, y luego la rubia, muy excitada, mete  la mano por debajo de la falda de su amiga y le acaricia ahí con ardor casi frenético, de modo que hay momentos en los que la falda de la morena se levanta lo suficiente como para que pueda ver sus muslos mojados, y me imagino sus pezones tiesos, duros, vibrantes, como los de su amiga, y las veo a las dos temblando de placer y llegando a un orgasmo precipitado y simultáneo, y justo cuando se me va a poner dura el idiota de Ignacio cuenta su chiste cabrón de la noche y me desconcentra.
¿Sabéis qué es lo que hay de malo en encerrar a un sudaca en el maletero de un coche y tirarlo por un barranco?  pausa, intriga, intento recuperar mi escena porno mental pero ya es demasiado tarde… Que en el coche caben cinco más.
Risas, ja ja, je je, y mientras los demás malgastan su tiempo en reír, yo aprovecho y me lleno mi quinta jarra de cerveza. Hay que ser pragmático. Pero antes de que empiece a beber, una voz me sorprende, me delata, me toca los…
Eh, Carlos que desgraciadamente soy yo, cuéntate uno. Tú eres un tío gracioso. Un amargado, pero gracioso al fin y al cabo.
  Desconozco quién ha sido exactamente el hijo de perra, pero lo que me preocupa (lo que me llena de espanto) es cómo ha llegado él a saber que soy un amargado, que soy gracioso, y mucho peor que todo eso, ¿¿¿cómo sabe que me llamo Carlos??? ¿Qué estoy haciendo con mi vida cuando permito que gente como ésta sepa tantas cosas sobre mí? ¿No estaré haciendo algo mal? ¿No estaré haciendo muchas cosas mal? ¿No debería decirles a la rubia y a la morena que se quiten la ropa de una vez y practiquen el 69 porque eso hará que deje de hacerme estas preguntas? En fin, seré tajante.
  No, mejor no… o sea que… no digo a todos en general, y bebo, deseando que haya sido suficiente. ¡Pero!, no es así:
Venga Carlos dice otro de los hijos de perra, anímate. ¿No te sabes ningún chiste cabrón?
Buena pregunta, ya que en teoría me permite mentir con facilidad.
No, no, sinceramente, no pero hasta yo mismo he notado que me temblaba un poco la voz al decirlo.
Eso no es verdad ¿por qué no? ¿Y tú quién eres? Como se lo diga a tu madre. Lo que pasa es que eres un soso. Llevas, ¿cuántas, cinco jarras de cerveza con ésta? por favor, no me lo puedo creer, ¿cómo saben tantas cosas de mí? ¿Me están investigando? Y todavía no se te nota ni contento. Eres un deprimido crónico.
Decido resignarme a la presión social a la que estoy siendo sometido sólo por que me dejen en paz. Después de todo, mejor que hable yo a seguir escuchándoles.
¿Queréis saber lo que pasa realmente? y empiezo a decir en un tono serio lleno de matices que van desde la indignación hasta el orgullo: Lo que pasa es que sois unos insensibles que disfrutan burlándose de las personas más vulnerables sólo para ocultar vuestra propia vulnerabilidad, la fragilidad de vuestras mentes, el vacío de vuestras conciencias y la degeneración de vuestras almas. Vuestra mofa cruel hacia los pobres, los inmigrantes, los discapacitados o cualquier otro colectivo diferente al vuestro,  por el simple hecho de serlo, me llena de una profunda tristeza que se mezcla con cerveza fría e ira amarga que envenenan mis entrañas y pudren mi corazón.  ¿Y es en este estado en el cual me siento cuando queréis hacerme partícipe de vuestra chanza? ¿Queréis que os cuente un chiste? Vosotros sois el chiste.
He acabado, y ninguna risa, ni una sonrisa siquiera, sólo encuentro caras estupefactas, o decepcionadas, o aburridas, y no consigo creérmelo. Su silencio me hace sentir desorientado, confuso, y no puedo evitar preguntarme: “¿Qué coooño está pasando aquí?” Hasta que Felipe, alias “Estúpido de mierda”, me da su explicación:
Carlos, son las 2 de la madrugada, estamos muy bebidos, y a estas alturas nos hace gracia cualquier cosa, ¿pero de verdad piensas que tu cinismo es apropiado para este momento?
Eso es, Carlos está diciendo otro, no nos malinterpretes, tu breve discurso habría sido cachondísimo a otra hora del día, en otro contexto quizá, pero ahora no estamos preparados para encajar tus finas ironías, ¿entiendes?
Y yo me pregunto que de qué están hablando, que qué ironías, que qué cinismo, cuando todo lo que he dicho es cierto, es la realidad, y justo ahí es donde está la gracia. Joder, ahí está la puta gracia.
Escuchad, yo tengo uno muy bueno es Víctor, que comete el error de atreverse a intervenir porque ha bebido demasiada cerveza, supongo.
Y yo una mala noticia nos dice Cristóbal, levantándose: Están cerrando. Así que nos vamos.
Y nos vamos.



Una tía de casi treinta años (seis -¡seis!- más que yo) con apestoso aliento a tabaco me come la boca introduciéndome la lengua hasta la garganta. Pero antes de llegar a esta terrible situación han ocurrido una serie de acontecimientos encadenados que me propongo relatar simplemente por satisfacer mi ego, y no tu curiosidad (tu innecesaria curiosidad) de imbécil.
Salimos de La Vidriera y nos dirigimos hacia algún sitio con la intención de coger, tal y como estaba previsto en el plan. Antes de llegar a Algún Sitio, a Ignacio le entran ganas de mear y le acompañamos hasta un callejón para que lo haga, y yo también me pongo a hacerlo a su lado, no porque tenga ganas, sino porque paso de esperar cola en un garito de mierda cuando después mis riñones me estén diciendo que ya no pueden más. Terminamos, nos unimos a los otros, caminamos, pasamos frente a la entrada de un antro en el que ponen chupitos a 1 euro y decidimos entrar. En el antro, obligamos a Víctor a que nos invite a una ronda para todos de tequila. Nos la tomamos y nos sienta de puta madre porque nos ponemos como motos y yo personalmente quiero comerme el mundo e informo a los fulanos de mi firme compromiso de cumplir con este objetivo a medio-largo plazo. Todos me apoyan menos Felipe. Para colmo, antes de salir del antro tenemos que esperar por lo menos quince minutos porque al muy idiota le han entrado ganas de mear y, por supuesto, hay cola. Cuando el  imbécil vuelve, salimos, le decimos cosas a tres guarras en minifalda que van por delante nuestra, y entretanto llegamos hasta el Dolce Vita (anteriormente conocido como Burdeos,  anteriormente  conocido  como  CQC,  anteriormente  conocido como Pollo Universitario, anteriormente conocido como etc.), las guarras pasan de largo, nosotros entramos. Ambiente caldeado, música potente y muchas guarras delgaditas y en minifalda. Nos pedimos más cervezas, damos una vuelta por el lugar y terminamos por colocarnos estratégicamente, es decir, al lado de un grupo de cinco chicas y ningún tío. Sin embargo, y estas cosas pasan, a los pocos minutos llegan los novios, que habían estado en la barra pidiendo copas, así que nos abrimos. Vemos a otro grupo de chicas, son cuatro, están con un fulano, pero como no para de bailar nos suponemos que es maricón, así que nos situamos junto a ellas. Hay dos rubias, una morena y otra de pelo castaño. Por orden de puntuación: un 8 una rubia, un 7´5 la castaña, un 7´5 también la morena, y sólo un 6 la segunda rubia, porque aunque tiene buenas tetas también demasiada nariz. Como sé que la rubia 8 va a ser la meta de “Felimbecilpe”, desecho esa opción, ya que la experiencia me dice que el estúpido suele alcanzar sus objetivos, aún incluso cuando apunta tan alto como ahora (su encanto seductor es directamente proporcional a su mongolismo); el maricón, aunque sigue sin dejar de bailar, no se despega de la morena 7´5, así que empiezo a pensar que a lo mejor no es maricón, sólo tímido, pero descarto a la fulana en cualquier caso; y como la nariz de la rubia 6 cada vez me parece más grande, al final me decanto por la castaña 7´5. Utilizo mis habituales tácticas: acercarme a ella como quien no quiere la cosa (entendiendo “cosa” como sexo y “la” como toda la noche), mirarla con descaro, y decirle alguna tontería de la que prefiero no acordarme (aunque realmente es que no me acuerdo). En menos de cinco minutos soy plenamente consciente de que no tengo ninguna posibilidad con ella: me ha dado la espalda cuando me he acercado, ha evitado mis miradas, y ha lanzado sonrisas cómplices a sus amigas cuando le he hablado para que la ayudaran a salir del apuro; pero eso último no ha hecho falta porque al darme cuenta de la evidente, y no por ello fácil de digerir, realidad, he pensado: “qué la follen”, y que es muy probable que dentro de pocos años se le empiecen a caer las tetas. Me he sentido mejor, pero luego veo que Felipe ya está manteniendo una conversación distendida con la rubia 8 y eso me provoca una sensación de angustia, de que rápidamente debo enrollarme con alguna fulana o si no moriré. No, que debo enrollarme con alguna fulana o si no el cosmos entero acabará desintegrándose. Así que observo a mi alrededor y compruebo que hay una morena de piel pálida que me está mirando, que no está gorda, pero a la que quizá le sobran un par de kilos, nota: un… Da igual la nota, lo importante es que me mira, que hará cualquier cosa que le diga que haga, y que en  unos minutos Felipe estará mordiendo los labios de una tía buena, así que me acerco, le digo un par de cosas que no tienen ninguna gracia pero que igualmente la hacen reír, como yo ya suponía que pasaría, y después me presento, ella se presenta, dos o tres chorradas más y me está comiendo la boca, ahogándome con su largísima y gruesa lengua y traspasándome el apestoso hedor de aliento a tabaco que convierte el beso en una agresión pura y dura, así que lo compenso poniendo mis manos sobre su culo y para mi frustración descubro donde estaban el par de kilos que le sobraban, y poco después noto además que mis manos están húmedas y, lo peor de todo, ¡que lo están porque su culo está sudado! No obstante mi angustia y mi decepción se incrementan aún más si cabe cuando compruebo que, mientras esta grotesca figura me sigue devorando con sus fauces caníbales, Felipe ya está a la faena con la rubia 8, y le odio, y me imagino que esta noche se acostaran los dos, que a él se le olvidará ponerse el condón y que ella le pegará el SIDA, o peor aún (mejor para mí por tanto) que la dejará preñada y ella después no querrá abortar, y ese pensamiento-deseo, unido a que observo que ni Cristóbal ni Ignacio ni por supuesto Víctor han ligado, me consuela un poco, pues aunque sé que podría ser mejor (el pensamiento-deseo podría hacerse realidad y los otros podrían haber ligado con algo tan malo como lo que yo), entiendo que la noche no ha sido tan mala al fin y al cabo y que es hora de retirarse.
Ahora vuelvo le digo al engendro.
Me separo de la cosa y voy al encuentro de los fulanos para decirles que me marcho, que quién se viene. Cristóbal e Ignacio aún mantienen falsas esperanzas de ligar, así que se quedan, por lo que me toca la desgracia de volverme con Víctor.
Los dos (o el uno y medio para ser más exactos) nos dirigimos a la salida cuando una mano me coge del brazo por atrás. Me vuelvo y veo que es lo, mirándome desconcertada.
¿A dónde vas? se atreve a preguntarme.
  Yo pienso con brevedad en la respuesta, la sujeto de los hombros, la miro fijamente a los ojos y le digo con el tono más convincente que puedo emplear para disimular mi sarcasmo:
  - Escúchame, te quiero, ¿vale?, te quiero.
  Y la dejo allí, y creo que ha sonado creíble, real, y que con un poco de suerte es posible que hasta sufra por mi culpa, pero que aún así es una venganza demasiado escasa teniendo en cuenta todo lo que ella me ha hecho a mí.
Salimos del DolceVitaBurdeosCqucPollo…



   De vuelta a casa, a patita, claro, pues a Víctor (al muy idiota) no le queda suficiente dinero para el taxi.
  El camino es largo, yo voy muy lento porque estoy cansado y me noto pesado por culpa de la cerveza, y como además Víctor no habla, porque ya sabe que no le dejo, este cúmulo de circunstancias es aprovechada por una multitud de pensamientos que asaltan mi dolorida cabeza, los muy hijos de puta.
Por ejemplo: las múltiples posibilidades de ocio y consumo de la era actual han facilitado un debilitamiento de la voluntad del individuo y de su capacidad de análisis crítico. Preguntas: ¿están relacionadas las políticas neoliberales con la decadencia de los valores humanos; cuando basamos nuestra vida en la producción y en la adquisición estamos sin darnos cuenta empobreciendo las relaciones y cosificando a las personas; es nuestro sistema económico en realidad una gigantesca y monstruosa maquinaria que nos está engullendo en primer término para vomitarnos al abismo por último; y más importante aún que todo eso, me acordé antes de salir de dejar descargando el porno? Si no lo hice mal, porque tendré que usar la imaginación para meneármela cuando llegue, y cansa. Y ahora una última duda: el hecho de que lleve una vida absolutamente insustancial, carente de sentido y aburrida hasta extremos que incluso yo desconozco, ¿me da derecho a ser una mala persona, me da derecho, por ejemplo, a tratar tan mal a Víctor? ¿Soy yo alguien para marginarle, ignorarle o despreciarle? ¿Acaso me rebajaría si probara a ponerme en su lugar, a estar en su pellejo, a intentar pensar las cosas que pasan por su cabeza cuando nos reímos de él, a ser en definitiva, por una vez empático? Y es esto último lo que me lleva a abrir la boca.
¿Sabes qué es lo mejor de follarse a una anoréxica? Víctor me mira extrañado y luego niega con la cabeza Oír como le crujen las costillas.
Víctor sonríe, y es claramente una sonrisa de compromiso, luego emite un sonido que ni se aproxima a una carcajada, y finalmente se atreve a decir:
- Es muy bueno, tío.
A lo que le contesto mirándole con asco:
- Yo no te he pedido tu opinión, idiota.
  Me mira asustadizo y enseguida aparta la vista. Seguimos el trayecto en silencio.
  La respuesta es por tanto, sí.



  Vomitando cerveza e intestinos (creo) en el váter del cuarto de baño de mi casa. Un dolor intenso me sube del estómago al pecho, del pecho a la garganta, de ahí a la cabeza. Primero echo sólidos descompuestos, luego líquidos, luego nada, pero el dolor sigue su mismo curso. Los minutos se me hacen horas, aunque finalmente termina y me quedo sentado en el suelo, vacío, con la cabeza apoyada en la tapa del váter y un hilillo de saliva colgando desde el labio inferior hasta la manga de un brazo. Me siento mejor. Incluso me siento bien. Me hubiera quedado allí dormido, pero un frío repentino me invade y me levanto como puedo para ir hasta mi cuarto, pegándome en el camino contra las paredes.
Llego hasta mi cama y me echo la colcha encima para abrigarme. Sigo con la ropa puesta, sólo me quito los zapatos. Me tumbo boca arriba con los ojos todavía abiertos. Veo como toda la habitación da vueltas. Vueltas y vueltas y más vueltas… Me pongo de costado para vomitar en el suelo. Sólo es un amago: dolorosas arcadas sin vomito, no queda más que echar. Me vuelvo a colocar boca arriba y esta vez cierro los ojos. Pienso…
Pienso que mañana cuando despierte lo haré dentro de un sueño. Todo será distinto, y aunque no sea mi vida verdadera, yo nunca lo sabré, nunca despertaré, y seré feliz. Me estoy quedando dormido.
Y nunca más seré cínico, ya que no me hará falta utilizar ese arma. Ni desagradable, ni insensible. Seré amable con los demás, actuaré con ellos como me gustaría que hicieran conmigo. Seré honesto, solidario, comprensivo, colaborador y me estoy quedando dormido.
Y seré todo eso porque los demás serán como yo quiera que sean, ya que es mi sueño. Las tías estarán todas buenísimas y siempre accederán a lo que yo les pida, no porque estén obligadas a hacerlo, sino porque será su deseo, ya que será el mío también y éste es mi sueño y me estoy quedando dormido.
Y no existirá el aburrimiento, ni el trabajo, ni habrá que estudiar para ganarse la vida, sólo por cultivarse, por aprender, porque sí, y todo será un porque sí, y no habrá que dar explicaciones nunca a nadie de nada, excepto a mí, claro, porque es mi sueño y me estoy quedando dormido.
Y habrá alguien que me quiera, no todos, por supuesto, porque aunque sea un sueño siempre habrá un mínimo de coherencia para disimular su irrealidad. Bastará con que sea una sola persona, y yo también la querré a ella, porque eso será lo más justo, ya que en este sueño habrá justicia, y será toda para mí solito, porque ya sabéis qué y cómo.
Y pienso que mañana, cuando despierte en la puta realidad, por fortuna no me acordaré de todas estas gilipolleces. Me estoy quedando

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