Cuando era pequeño iba con mi padres al rastro de los domingos y ellos me compraban tebeos. Llegué a tener toda una colección, pero como aún no sabía leer, me inventaba los diálogos, tratando de que éstos le dieran un sentido racional a las ilustraciones. Bueno... todo lo racional que se le puede pedir a un niño de 4 o 5 años, claro.
Cuando aprendí a leer, como en mi casa no eran mucho de tener biblioteca, le pedía prestados los libros a mi Padrino, que era socio de El Círculo de Lectores. Sus libros no eran para niños, y creo que yo no entendía ni un 20% de las cosas que leía, pero aun así me los terminaba todos, y algo se me quedaba. Sobre todo el olor. Me encantaba oler las hojas. Así fue como aprendí a sentir los libros... antes incluso de llegar a entenderlos.
Luego, más tarde, mis padres por fin accedieron a hacerme socio del Círculo, y fue entonces cuando pude tener libros más adecuados a mi edad. El primero fue No pidas sardina fuera de temporada y lo que son las cosas, cómo un simple título (por muy raro que sea) puede al final convertirse en tu libro favorito... Me enamoré de él. Quizá porque el protagonista del libro también se enamora, por primera vez en su vida. Y es posible que ahí fuera cuando prometí convertirme en escritor, no lo recuerdo bien... Pero el caso es que años más tarde elegí Flanagan (el apodo del prota) como mi propio seudónimo. Así que por algo sería.
Hoy, de una forma u otra, he conseguido no faltar a mi promesa. Y escribo. Me gano la vida, o intento ganármela, como psicólogo (precisamente la licenciatura de uno de los "padres" de Flanagan, lo que es el destino), pero escribo siempre que puedo. Incluso a veces invento historias para mis pacientes y las uso a modo de ejemplo. Para un psicólogo es muy importante usar ejemplos.
Los ejemplos de las historias nos ayudan a darle un sentido racional a nuestro caótico mundo de los sentidos. Y a veces, aunque no entendamos, no importa, porque lo único necesario es sentir.
Acabo de tener la idea de que si oliéramos a las personas antes de tratar de entenderlas el mundo sería más sencillo. Pero no sé...
Yo sólo quería escribir un post para los inventores de historias. Los creadores de cómics, los escritores, los cineastas, los padres que idean cuentos para sus hijos... Sin duda alguna ellos son los mejores terapeutas del mundo.
Y el mundo una ilustración a la que le falta una historia, aún por contar.
Cómo te entiendo Flanagan!!
ResponderEliminarUno de mis olores favoritos es, junto al de la tierra mojada de lluvia, el de los libros.
También soy de inventar
cuentos para explicar conceptos o ideas y
creo que necesitamos de más contadores de historias, de esos que crean personajes y vidas enteras de la nada; como cuando éramos niños y, jugábamos a inventarnos el mundo y entonces, nos dábamos cuenta de que el mundo era nuestro... porque todo era posible.
Pues, releyendo este post, por casualidad, me he topado, cuatro años después, fíjate, con tu comentario. Muchas gracias por comentar y ¡sigamos jugando a inventarnos otro mundo!
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