Existen en nuestra sociedad dos tipos de hombres y mujeres con un conjunto de rasgos de personalidad bastante bien definidos y que nos conviene saber reconocer mejor, más que nada para alejarnos lo más posible de ellos y ellas, sobre todo en cuanto a las relaciones románticas se refiere, y para, en definitiva, ser así un poquito más felices (o estar menos jodidos, depende del día).
Empecemos por La Princesa Prometida, o la princesita, como las solemos llamar los que estamos ya de ellas muy escaldaos. La princesita es una mujer cuyo rasgo principal es la paciencia. Ella espera, espera y espera a que sea el hombre el primero que haga y diga y, por supuesto, cubra todas sus expectativas hiperrómanticas. Suele ser una mujer muy preocupada por su apariencia, así que cuidado, porque están muy buenas las hijas de la gran puta. O, al menos, lo parecen, ya que ni os imagináis lo que un generoso escote puede conseguir (bueno, sí, sí que os lo imagináis, claro). Están mucho más preocupadas en ser el objeto de atención constante de sus parejas (o de deseo de todos los hombres) que en forjar una relación buena y duradera, así que las verás haciéndose selfies constantemente. Para que su príncipe azul (o el pobre idiota que tenga que aguantarla) colme sus expectativas de niña mimada que no busca un novio sino un sustituto del papi que la malcrió, se convierten en grandes demandadoras y, por ende, en mayores reprochadoras, al no poder saciar sus deseos excesivamente egotistas e irreales; así que, por muy bien que lo hagas (o por mucho que te autoanules), solo encontrarás quejas y enfados que nunca reconocen porque, claro, por ese orgullo desmedido que tienen, asumen que eres tú el que tienes que adivinarlo. Quizá, algunos de vosotros (los de la LOGSE) penséis que si están cañón puede merecer la pena conquistarlas, pero la verdad es que no, porque estas mujeres suelen ser muy tiquimisquis en la cama ("aquí no me toques, esto no me gusta, estás sudando, hueles...") debido a esa obsesión por su propia imagen que las lleva a estar más centradas en no estropear su peinado que en tener un orgasmo. Por otra parte, son muy celosas, y si prestas un mínimo de atención a cualquier persona que no sea ella (un amigo, una compañera de trabajo, ¡a tu madre!) se sienten profundamente traicionadas y no te lo perdonarán en la vida. Dice la maldición que solo un polvo con ellas te puede traer siete años de mala suerte (y de deudas).
Uf... Qué a gusto me he quedado. Seguro que muchos de vosotros también y ya tenéis localizado varios nombres (dos, tres... cinco mil) que responden al tipo. Bien, pues no creáis que El Príncipe Azul se queda atrás, ni mucho menos. Este hombre es, básicamente (por cierto, suele ser muy básico), un chulo. Es más falso que el "fueron felices para siempre" de los cuentos (me venía muy bien este chiste comparativo por el título del post). Su principal objetivo es engañar a cualquier princesita (o cualquier tía que se les ponga a tiro, ya que no tienen filtro y son verdaderos depredadores sexuales; cualquiera de los de La Manada sería un buen ejemplo), mostrando una imagen que no se acerca ni de lejos a lo que en realidad son. Se las dan de caballeros, de que tienen mucho dinero y un gran nivel cultural, de lo que sea que les valga para seducir y conseguir su meta que no es otra que follar, follar y follar, pero no porque les guste el sexo más que a cualquier otro tío (que la verdad es que nos gusta bastante, igual que a vosotras... excepto si eres una princesita, claro), lo que realmente les encanta es aparentar, pues tienen un ego inversamente proporcional a su cociente intelectual, así que las "conquistas" son su manera de competir entre sus iguales y obtener su aprobación. Te venden que bajarían la luna por ti (ideales para princesitas) pero a la hora de la verdad no tienen ni cojones de limpiar el cuarto de baño cuando les toca. Grandes narcisistas donde los haya, en los peores casos se convierten en maltratadores psicológicos y hasta físicos. Sin embargo, como en mentir nadie les gana, intentarán siempre convencerte de que te quieren (no quieren ni a su madre, solo a sí mismos) y que van a cambiar por ti. Detectarlos es fácil si además de preocuparte por mantener las tetas en su sitio (lo cual nada de malo tiene) no te olvidas de sostener también la cabeza sobre los hombros, ya que con un poco avispada que seas detectarás pronto sus fantasmadas, pues se tiran hablando todo el día de sí mismos y de sus pertenencias (tú entre ellas, por cierto, si te dejas). Un amorcito, vaya.
Por supuesto, hay muchas mujeres y hombres que no responden a estos perfiles de personalidad, pero como el campo está bastante minado de princesas prometidas y de príncipes azules, espero que este post contribuya a elevar nuestro nivel de alerta, ya que por la atracción y el deseo sexual que pueden despertar es fácil que nos dejemos arrastrar por el Efecto Halo, que es cuando a los biutiful pipol les atribuimos rasgos positivos que no tienen o no sabemos si tienen (vaya, que dos tetas tiran más que dos carretas y un culo más que un mulo).
Por ello, tú, persona que no vive en un cuento de hadas sino en una realidad a veces encantadora, otras no tanto, ten cuidado, y antes de iniciar tu próxima aventura, ya sea para "toda la vida" (imposible) o para "toda la noche" (más imposible aún), ocúpate de conocer un algo a la persona tras el personaje, y ya te guste un prototipo de hombre o de mujer, más altos o más fuertes, más rubias o más morenas (tampoco estaría mal que ella tuviera iniciativa y él fuera humilde), lo más, más, más importante, lo único que es imprescindible, es que te trate bien. Y si es una vanidosa excesiva, no lo va a hacer; y si es un farsante egoísta, tampoco. Que no te vengan con cuentos, porque de ti depende que no se convierta en un relato de terror cuando la princesa prometida se transforme en una bruja o el príncipe azul te salga rana. Suerte, ¡un abrazo!
Joder, Flanagan. Tu post tendría que ser asignatura obligatoria en la escuela.
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ResponderEliminarJajaja. En la escuela no sé, pero en los institutos lo veo. Ahorraría muchos quebraderos de cabeza, traumas y relaciones tóxicas a más de uno y una. ¡Gracias, Cabrónidas!
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