viernes, 19 de octubre de 2012

Sonata de Beethoven



Para entender el título de este monólogo... Bueno, mejor que lo leáis.

Hoy día, las relaciones sexuales nos diferencian a hombres y mujeres, al igual que las ensaladas y el entrecot, o el fútbol y las tiendas de ropa. El sexo nos distancia, nos separa. Si los tíos y las tías no tuviéramos que depender unos de las otras y unas de los otros, pero sobre todo, con gran diferencia, unos de las otras, para poder follar, nos llevaríamos mucho mejor. Por ejemplo, si yo fuera homosexual y me tirase a mis colegas, seguro que no tendría el buen rollito que tengo ahora con ellos. ¡Estaríamos siempre dándonos por culo!

Yo conozco a un tío que dice que, bah, que follar no es para tanto, que él prefiere hacerse una paja, lo que pasa es que follando se conoce gente. Joder macho, pues vaya manera de entablar relaciones sociales, ¿no? Ríete tú del Facebook y de su puta madre. Vaya, me lo imagino llegando a una fiesta y sacándose la chorra directamente, para saludar con ella en lugar de con la mano, con dos cojones, nunca mejor dicho. Yo voto por follar siempre con personas desconocidas, que no conozcamos de nada, y después del polvo, hala, cada uno para su casa y a seguir siendo desconocidos. Es como irse de putas, pero más barato, que hay mucha crisis. Nunca follar con la pareja ni con los amigos, que el follar estropea las relaciones. Los matrimonios no se rompen por la falta de sexo. Los matrimonios se rompen porque antes había sexo y ya no lo hay. ¡Pues hala, si nunca lo hubieras tenido seguro que ahora no te quejabas! ¿Y tener un gatillazo con una desconocida? Eso no pasa nada, si no la vas a volver a ver en la vida. Como si te quieres tirar un pedo mientras hacéis el 69 y tintarle el pelo de mechas rubias. Además, cuando te echas una novia y empiezas a compartir cama con ella, tú estás deseando que se vaya para poder tirarte pedos a gusto. ¡Ese es el verdadero orgasmo, ese es nuestro punto G! No cambio una orgía con tías buenas por quedarme solo en mi cuarto y poder orquestar una sinfonía de Beethoven con mi culo, ¡ni de coña! Luego sí es verdad, que llega un momento de la relación en el que el hombre coge confianza y poco a poco empieza a tirarse pedos delante de la chica. Esto se hace de forma gradual: uno empieza primero con los pedos silenciosos, luego ya se pasa a los sonoros, después a los sonoros múltiples, y por último a los sonoros múltiples con risa de humillación añadida. Hay quien rebasa ese extremo y directamente coge la cabeza de la pareja para acercar su cara a su culo y tirarse en ese momento un cuesco de antología, pero son casos excepcionales. La cuestión es que por mucho que haya pasado el tiempo en la relación y tú creas ingenuamente que es excusa para tirarte pedos en la cama con tu pareja, a ella eso nunca le hará ni puta gracia, y tú lo sabes, pero aún así insistes en tu tortura olfativa porque si la carne es débil, ¡los gases lo son aún más! Y luego vienen los resentimientos y las venganzas y las traiciones. Que una mujer que convive diariamente con los pedos de un hombre por narices, otra vez nunca mejor dicho, se tiene que acabar volviendo una resentida. Por eso voto por vivir en pisos independientes, ¡ya! Por follar sólo con gente que no conozcas y por no convivir con  tu pareja.

Luego está el tema de hablar. La comunicación. Está claro que en esto también somos muy distintos. Las mujeres se pueden pasar horas y horas hablando y hablando, mientras que la conversación de dos hombres se puede limitar a esto: “¿Viste el partido de ayer?, “Sí, qué mal el árbitro”, “hala, pues ya hemos acabado”. Y en todo el día no se vuelven a hablar y no pasa nada. Entonces, ¿qué ocurre cuando un hombre y una mujer se unen para mantener una conversación? Pues que ahí hay una clara discrepancia, hay una asincronía absoluta. La desigualdad es enorme, es como si enfrentas a un luchador de sumo con un enano de un circo: sabes que va a ganar el enano, ¡porque va a ir a morder! Pues en el tema de la labia las mujeres nos ganan de paliza, y no sólo porque tengan más labios que nosotros, sino porque vienen entrenadas desde pequeñas. Luego se quejan de que nosotros no hablamos y van diciendo los consejeros matrimoniales que la comunicación es muy importante en una pareja, ¡coño, pues que nos enseñen, si es que no sabemos, no sabemos! ¡Todo el día haciéndonos pajas de adolescentes mientras vosotras os reuníais para hablar de nosotros, qué queréis! Por eso voto también por eliminar directamente la comunicación en la pareja, así vosotras dejáis de sentiros poco escuchadas y nosotros dejamos de ir a la farmacia todo los días para comprarnos cuatro paquetes de Espidifen.

En resumidas cuentas, yo voto por que no se folle dentro de la pareja, por que no convivan juntos y por que no se hablen… ¡Coño, yo lo que estoy es en contra de las parejas! ¡Menos ennoviarse y más acostarse!

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