España es un país cuyo habitantes suelen sentir henchido orgullo cuando gana en los deportes. Sin embargo, en cuanto a lo cultural, sobre todo a lo que el cine se refiere, parece que más que orgullo le tengan vergüenza.
No lo digo yo, lo dicen las cifras de la taquilla, que reflejan que en España se ve mucho más cine de Hollywodd (más del 70% de cuota de pantalla frente al 15% español).
Por supuesto, en Hollywood se hace mucho más cine y son una industria con una distribución muy potente, y si encima no se ponen cuotas de pantalla para proteger el cine español, pues... Pero, más allá de razones económicas y políticas, pienso que hay otra razón muy importante para explicar la diferencia abismal de cifras, y es la psicológica (claro, no en vano, soy psicólogo).
El cine español está prejuzgado por muchos españoles. Durante décadas, la censura franquista hizo que en España la mayoría de películas que se producían fueran acordes con los preceptos morales y religiosos del régimen y se explotó la comedia ligera. Así, muchos españoles solo tenían como referencia del cine de aquí a Paco Martínez Soria, Lina Morgan, Concha Velasco o Alfredo Landa (todos, por cierto, muy buenos haciendo lo que hacían). Luego, con la transición y la democracia, muchos autores que habían visto reprimido su talento por la dictadura decidieron vengarse de ella haciendo películas sobre la guerra civil y el franquismo, excepto algunos transgresores como Almodóvar que sí apostaron por tratar temas más modernos. Y así, muy resumidamente, se generó la idea colectiva de que el cine español solo va de comedietas, Franco y los transexuales.
Los que llevamos años siguiendo el cine español nos damos cuenta de los esfuerzos que los cineastas están haciendo por superar esa mala imagen que no corresponde para nada a la realidad. Y cada vez se hace más cine de género y de muy buena calidad. Desde el thriller carcelario Celda 211 hasta la terrorífica Verónica, pasando por las policíacas Que dios nos perdone, La isla mínima y Grupo 7, las comedias canallas de Carmina y Kiki, el amor se hace, el cine de catástrofes de Lo imposible o el delicioso experimento de Buried (Enterrado), por nombrar solo algunos de los mejores títulos de la década pasada.
Y pienso que la del 2000 fue mejor, pues nos dejó títulos tan memorables como Todo sobre mi Madre, Los otros, Hable con ella, El otro lado de la cama, Los lunes al sol, Mar adentro, Volver, El orfanato, la maravillosa Camino de Fesser y, por supuesto, no podemos olvidarnos de Rec, película top del cine de terror de todos los tiempos. En realidad, todas las que he nombrado pueden considerarse grandes referentes de cine, en sus respectivos géneros.
Del último año, he tenido la ocasión de ver títulos como La trinchera infinita, Intemperie y la muy original Ventajas de viajar en un tren. Películas que confirman que el cine español sigue estando muy en forma y que se merece que le des más de una oportunidad. Te aseguro que estos títulos no tienen nada que envidiarle a los yanquis. Sobre todo por una razón: cuando se cuenta con menos medios, más se necesita recurrir a la creatividad, y es entonces cuando aparecen sorpresas que se quedan guardadas en nuestra retina de espectador.
En cuanto a las series, es otro cantar, ya que estas sí que han gozado de buena cuota de pantalla. La publicidad de las distintas cadenas + el espacio otorgado (horarios de máxima audiencia) ha influido en ello, por supuesto. El problema de las series, históricamente, no ha sido de público sino de calidad. La nota de las series españolas ha estado condicionada por dos factores determinantes: la duración de los capítulos y el target.
Respecto al primero, la duración media de las series de las cadenas de televisión nacional ha sido de 70 minutos, porque si una cadena iba a poner dinero para una serie debía garantizarse que ocupara el mayor tiempo de parrilla posible y así, de paso, ganar más dinero con anuncios y que el negocio resultase rentable. Claro, esto supone un descenso de la calidad del capítulo, porque no es lo mismo sacar buenas ideas para captar el interés del espectador y entretenerlo en 45 minutos que en 70. Los guionistas lo tenían más difícil aquí que en USA.
Respecto al segundo factor, el target se refiere a la audiencia objetivo y, en España, donde los críos hace tiempo que dejaron de acostarse a la hora en la que los dibus decían "vamos a la cama que hay que descansar", ese target es el de toda la familia, por lo que una dificultad más para el guionista, que debía ser cuidadoso con que los contenidos no hiriesen ciertas sensibilidades y, por ello, contar historias a veces demasiado ñoñas, triviales, artificiales o exentas de profundidad.
Pero, al igual que pasó en Estados Unidos después de la mítica Los Soprano, e imitando el modelo Netflix, aquí se han empezado a lanzar plataformas online y creando contenidos de ficción de alta calidad, series que son más cortas pero, seguramente por ello, también más adultas, más libres y originales, y que dan buena cuenta del talento de los creadores españoles. Quizá todo empezó hace unos años con Crematorio (¿La "Los Soprano" española?), continuó con Vis a vis (¿la primera serie española en la que se veían tetas?), el éxito La casa de papel, ha seguido con un buen puñado de comedias que no tienen nada que ver con los Aquí no hay quien viva o Aída, como son ¿Qué fue de Jorge Sanz?, Paquita Salas (fantástica), y muy recientemente Vida perfecta de la polifacética Leticia Dolera y Mira lo que has hecho de Berto Romero. Estoy deseando empezarme Fariña, de la que se habla muy muy bien, Arde Madrid del fantástico Paco León y El fin de la comedia del incorregible Ignatius.
En definitiva, que tanto si ya la seguías como si estabas pensando en conocerla mejor, aquí te acabo de dejar una buena colección de títulos que puede que cambien tu visión de la ficción española. ¡Buen provecho!
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