Después de leer este monólogo os lo pensaréis dos veces antes de creer a un niño o a un borracho.
¿Habéis escuchado eso de que los niños y los borrachos nunca mienten?
¿Sí? Pues es mentira. De hecho, estoy seguro de que esa frase se la inventó un
borracho o un niño. Y por supuesto, cuando lo hizo, mentía. Os lo demostraré.
Mentiras comunes de borracho. Escena típica de un botellón: “te quiero,
tío, te quiero; no, yo más, te quiero tío, te juro que te quiero… No sé quién
eres pero te quiero…” Vamos a ver, le has conocido esa noche, es un tío, ¿y le
quieres? Llevas ocho meses con tu novia y todavía no le has dicho que la
quieres, joder. Claro, que será porque no te has emborrachado todavía lo
bastante.
Segunda. Al despedirnos de un rollo de una noche: “Sssht, oye, oye, que
te llamo, eh, te llamo yo, ¡eh!, te llamo yo”. No sólo no la llama sino que la borra del Facebook, del whatsapp, se cambia de sexo para que no le reconozca y se muda a
Auckland, Nueva Zelanda. Por si acaso.
Tercera. Cuando ya has bebido más de la cuenta. “Ey, no, no, ey, sssht,
oye, no, eyyy… Que te digo que es la última, joder. Que es la última, de
verdad”. Vamos a ver, si te dijo lo mismo hace tres copas y media. ¿Qué pasó?
¿No mentía entonces, se equivocó? “No,
es que aquella era la última de whiski, ésta es de ron. Ahora empiezo con el
vodka.”
Y los niños mienten mucho más. De hecho, hay tres mentiras que los niños
repiten de forma sistemática, casi siempre para salir de apuros. Una es: “yo no
he sido”. Se cree que el inventor fue Bart Simpson, pero no es verdad pues esta
expresión se remonta a la época de Jesucristo, ya que según cuentan las
sagradas escrituras cuando Jesús estaba con sus apóstoles en la última cena y
dijo aquello de “antes de que salga la luz del alba uno de vosotros me
traicionará”, se escuchó a Judas por atrás: “¡yo no he sido!”. Otra mentira es:
“ya estaba así cuando llegué”. A veces funcionaba, pero si llegaba tu madre y
veía el jarrón destrozado en el suelo y el balón donde estaba antes el jarrón,
por mucho que le soltarás la frasesita, el “alpargatazo” te lo ganabas. Hombre
chaval, un poco de esfuerzo, haber quitado las pruebas por lo menos. Y la
última era: “a mí no me toques, que mi padre es policía”. Vamos a ver, en
primer lugar, si esto fuera verdad, la delincuencia se habría acabado ya hace
tiempo, porque, ¿quién no ha utilizado esta frase alguna vez en su vida? Y en
segundo lugar, si el otro chaval no era muy espabilado, te librabas de la
colleja, pero como fuera el matón del colegio, pfff… Pero chaval, que ese tío
era un bestia que se había criado en la calle porque su padre estaba siempre en
la cárcel. ¿Qué querías que pensase, que había sido tu padre el que lo ha
metido dentro; para que te diera más fuerte?
Los niños además no paran de mentirse entre ellos. Está por ejemplo, la
clásica discusión tan trascendental en la vida de un benjamín. “Pues La Masa es más fuerte”. “No, es
más fuerte Superman”. “¡No, La
Masa coge a Superman y… ¡y lo hace plastilina!" El otro: “¡No,
porque Superman vuela!”. Así hasta que uno va y le pregunta al otro: “¿Y tú
cómo sabes que La Masa
es más fuerte, eh?” Y el otro superserio: “Porque La Masa es mi padre”. El primero
lo flipa entonces, pero para no quedarse corto va y dice: “Pues Superman es mi
tío”. “¿Tu tío? ¿Y tu padre?” “No, mi padre no. Mi padre es policía, que es peor”.
Sólo le queda por añadir: “Y porque no es guardia civil, que si no te ibas a
enterar”.
Los niños y los borrachos además de mentir, mienten mal. Vamos, de hecho,
si tenéis pareja, y sospecháis que os engaña, yo os invito a que la
emborrachéis para confirmarlo. Se lo
preguntáis y si miente, lo pilláis fijo. Yo se lo aconsejé a una amiga, y la
otra noche se llevo a su marido de copas, le invitó a cubatas, y cuando ya
estaba medio mareadillo, cogió y le preguntó: “Cariño, ¿tú me estás engañando?”
Y él le dijo: ¿Yo? ¿Engañando? ¿Yo? Qué va, ¿qué dices? ¿Cómo te voy a engañar?
¿Yo? Qué va mujer. ¿Cómo dices eso, por dios, cómo dices eso? ¿Lo dices por la
que me tiré la otra noche? Qué va, hombre, qué va…”
Qué va. No hay nada entre nosotros. Follamos y eso, pero… Poco.
Y a los niños también es muy fácil
pillarles. Lo que pasa es que ellos se creen sus propias mentiras. “¡Te he
dicho que lo hagas!” “Juanito, déjame ahora que papá está muy ocupado”. “¡Que
lo hagas!”. “Juanitooo…” “¡Que mi amigo quiere verlo, hazlo!” “¡Juanito, que no
me puedo convertir en La Masa,
coño, que no puedo!”
No sé si después de esto seguiréis creyendo a los niños y a los
borrachos, pero yo voy a dejar ya de contar mentiras y me voy a tomar otro
cubata.
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