Hace unos meses publiqué un post en
el que exponía que para salir de este trágico e interminable laberinto
en el que nos hemos metido y al que algunos se empeñan en llamar crisis,
era necesaria una repartición equitativa de la moneda, de los recursos,
y por supuesto, del trabajo. Sobre todo esto último, en un caso como el
de España con más de 6 millones de parados, se hace indispensable.
Ni la Izquierda, ni la Derecha, ni la
falsa Izquierda, ni la falsa Derecha, ni Rita, van a ser capaces en los
próximos años de crear 6 millones de empleo ni de acercarse tan siquiera
a esa cifra. A no ser, que se atrevan a cambiar las reglas del juego.
Mi propuesta al respecto es atractiva:
en España hay 3 millones de funcionarios. Si le rebajamos a cada uno la
jornada a la mitad y esa media jornada que nos sobra la cubrimos con
otro trabajador hemos dado de golpe y porrazo trabajo a 3 millones de
parados. Si hacemos lo mismo con los empleados de empresas públicas y
fomentamos este modelo en la empresa privada a través de bonificaciones,
la cifra aumentaría hasta dirigirse al pleno empleo. Baja el poder
adquisivo de los trabajadores, porque si trabajas menos horas ganas
menos salario, pero en un país que tuviera a prácticamente toda su
población activa, el Estado no tendría apenas que gastar en ayudas y
prestaciones, por lo que podría reducir impuestos, y por otro lado el
consumo medio familiar aumentaría, y los comerciantes podrían bajar
precios. Disminuiría el poder adquisitivo pero también el coste de la
vida, y por otra parte aumentaría nuestro tiempo libre. En resumen:
trabajar menos, ganar menos, vivir mejor.
La idea es atractiva, ya lo dije, pero
seguro que son muchos los que ya están apelando al: "eso no se puede
hacer" o al "es imposible".
Imposible es lo que todavía no ha pasado.
Esto no lo puedo hacer yo. No soy
economista, no soy asesor político, no soy catedrático en nada, no soy
el que toma las decisiones más allá de mi parcela individual. Pero sí
soy psicólogo, y como conocedor de los trastornos mentales sí que os
puedo asegurar que en un futuro muy cercano las principales enfermedades
serán aquellas relacionadas con la mente y los estados alterados del
ánimo: depresión y ansiedad. Y en un gran porcentaje de los casos, estas
enfermedades estarán provocadas por: el estrés laboral, la
insatisfacción en el trabajo, la percepción de injusticia social y la
pobreza extrema.
Así que no puedo evitar hacerme
(haceros) esta pregunta: ¿no merecería la pena construir un modelo en el
que se trabajara menos, se ganase menos y se viviera mejor? ¿No
merecería la pena que un grupo de científicos, expertos, pensadores,
etc... se reunieran para sentar las bases de un nuevo sistema a través
de la elaboración de un plan que contuviera una serie de estrategias,
medidas y recursos orientados a dar viabilidad a un nuevo modelo laboral
centrado en la repartición equitativa del trabajo? ¿No merecería la
pena hacer realidad de una vez esa máxima de las sociedades democráticas
que dice que todo el mundo tiene derecho a tener un trabajo?
Todavía no estás convencido.
Por eso te voy a proponer un ejercicio
de imaginación: imagina que vives en un mundo en el que sólo tienes que
trabajar 20 horas a la semana, es decir, 4 horas al día, y en el que
todo el mundo prácticamente tiene trabajo. Imagina que ni tú ni tus
semejantes tenéis la necesidad de trabajar más porque con eso os da para
vivir más o menos bien (entendiendo el "más o menos bien" que os da
para cubrir todas la necesidades básicas, incluidas las de ocio, pero no
os alcanza para lujos ni excentricidades). Imagina que gracias al mayor
tiempo libre del que dispones, puedes dedicar más momentos a la
educación de tus hijos, a mantener fuertes los lazos románticos con la
pareja, a visitar a tus padres o a dedicarte simplemente más tiempo a tí
mismo desarrollando una vocación. Hoy en día es raro quien no tenga una
inquietud vocacional relacionada con el arte, la cultura o el deporte:
jugar al fútbol, pintar, escribir, cantar, tocar un instrumento, actuar,
rodar cortometrajes... Imagina un mundo en el que tengas un trabajo que
no te guste o te llene, pero que lo necesites para tu sustento, y que
no te sientas frustrado porque tienes tiempo de sobra para desarrollar
tu auténtica vocación, independientemente de que ésta te haga obtener
beneficios económicos o no lo haga. Imagina un mundo en el que todos
seamos más felices porque simplemente podamos hacer aquello que nos
gusta hacer.
¿Lo has imaginado? No eres capaz porque
crees que es imposible, ¿verdad? Pero dime, aunque así sea, ¿no es un
mundo lo suficientemente maravilloso como para por lo menos intentarlo?
¿No merece la pena?
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