A unos minutos de que empiece la gala 29 de los Goya que premia a las películas del cine español del 2014, y como parece ser que va a haber pocas sorpresas (la gran favorita en las quinielas es La Isla Mínima), aquí va mi particular crítica del año hispano-cinéfilo.
Antes que nada, y es que no me podía privar de ser el primero, la bofetada a Wert: es evidente que la desigualdad económica que vive el país se ha trasladado a la gran pantalla, en un año donde unas pocas producciones han recaudado más que nunca (8 Apellidos Vascos) pero en el que siguen siendo muchas, muchísimas, las películas marginadas por el público y que apenas consiguen durar un par de semanas, con suerte, en cartelera. Hace falta financiación en lo que más fallamos: en la promoción. El cine, la cultura en general, es también industria. Da trabajo, crea crecimiento, y sería mucho más interesante apostar verdaderamente fuerte en un sector que nos puede dar muchas más alegrías que por ejemplo, el ladrillo.
Pero, y esto es otra bofetada muy merecida, no sólo los políticos se equivocan. También los cineastas. Porque si son muchas las películas marginadas, muchos más son los proyectos que ni siquiera llegan a ver la luz. Los productores españoles son cobardes, no arriesgan, quieren ir siempre a lo seguro. Por eso Daniel Monzón ha vuelto a rodar un thriller de acción después de Celda 211, por eso Alberto Rodríguez una peli de cine negro tras haber hecho Grupo 7, por eso Torrente 5... No se confía en las jóvenes promesas, se cierra la puerta a los nóveles, y se establece así, y de nuevo paralelismo con la política, una red clientelar en la que el productor de turno vuelve a llamar al director de siempre que llama al guionista de confianza que...
Y como en política... ¡Son los jóvenes los que tiene que dar el impulso definitivo que necesita el cine español!
Pero bueno, dejémonos ya de política y hablemos ahora sólo de...
PURO CINE:
Antes que nada: mis pecados. La pelis que no he visto. Loreak es la gran desconocida y llama la atención que esté nominada a mejor película con sólo una nominación más. Magical Girl tiene muy buena pinta y cuidado con que no dé la sorpresa. Y tengo la sensación de que Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo va a ser una de las triunfadoras de la noche. Que nadie subestime al maestro Fesser.
El Niño. Decepcionante. Sus nominaciones son fruto de la inercia de las expectativas y de que los productores saben hacer buenos amigos, más cuando se han gastado una pasta previamente. También inmerecido el exitazo en taquilla, aunque claro, de esto tienen la culpa unos bonitos ojos claros. Vergonzosa la nominación de Jesús Castro como actor revelación.
La Isla Mínima. Sobrevalorada. Buena, pero es más estética que otra cosa. Si las quinielas no fallan se lo llevará casi todo. Y una cosa sí es cierta, el Goya a Javier Gutiérrez como actor principal es indiscutible. Y mira que Ricardo Darín es santo de mi devoción, pero esta vez no.
Relatos Salvajes. La mejor película española del año es, precisamente, una coproducción española-argentina pero rodada allá y con equipo casi plenamente argentino. Y para mí (salvando lo que no he visto) es la mejor pero de lejos. Es un escándalo de película. Relatos es una gozada, es terapéutica, es animal de lo buena que es. Pero que sea más del otro lado del charco que de éste es lo que creo que le va a pesar a la hora de llevarse los premios.
MENCIÓN ESPECIAL
La casi gran ausencia: Carmina y Amén. Una rareza parecida a su predecesora pero a la que supera. Paco León dirige un reparto que no es de lujo pero está de lujo; el personaje de Carmina Barrios es apabullador; y la película se mueve entre lo bello y repugnante, dejando al espectador a medio camino de la amargura y la felicidad. Lo del "casi" viene porque Yolanda Ramos sí que está nominada a mejor actriz revelación. Si se lo lleva, más que merecido.
PLANO FINAL
Y no podía olvidarme del Goya de Honor de este año: a mi paisano, Antonio Banderas. Un actor que, habrá tenido momentos mejores y peores, pero que es innegable que ha cosechado una carrera de éxitos que ya nunca abandonarán nuestra retina. Y los que le quedan. Por ello Antonio, te lo mereces, ¡te queremos una jartá!
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