Un poco de nostalgia erótico festiva, snif...
No hace nada que hemos dejado una década atrás, una década de once años dicen algunos, yo como soy de letras en eso no me meto. El caso es que en la pasada década la humanidad ha progresado mucho, pero también han sucedido acontecimientos que nos indicaban que en lugar de avanzar hacia delante de vez en cuando dábamos algún pasito hacia atrás. La llegada del euro, la burbuja inmobiliaria, la guerra de Irak, la crisis económica, el Gran Hermano… Y quizás el avance tecnológico que más se ha consolidado en los hogares españoles y de todo el mundo en los diez últimos años y que más ha supuesto un retroceso para la sociedad en general. Me estoy refiriendo por supuesto a Internet. Y sí, lo digo sobre todo por el porno.
No hace nada que hemos dejado una década atrás, una década de once años dicen algunos, yo como soy de letras en eso no me meto. El caso es que en la pasada década la humanidad ha progresado mucho, pero también han sucedido acontecimientos que nos indicaban que en lugar de avanzar hacia delante de vez en cuando dábamos algún pasito hacia atrás. La llegada del euro, la burbuja inmobiliaria, la guerra de Irak, la crisis económica, el Gran Hermano… Y quizás el avance tecnológico que más se ha consolidado en los hogares españoles y de todo el mundo en los diez últimos años y que más ha supuesto un retroceso para la sociedad en general. Me estoy refiriendo por supuesto a Internet. Y sí, lo digo sobre todo por el porno.
Porque la red si de algo está
plagada, además de por chinos frikis haciendo playbacks malos de Britney Spears
y bebés cabezones que no paran de reírse, que es para denunciar a los padres
porque seguro que les han pasado maría, si no de qué coño se ríen tanto, que
alguna dirá, “ay, calla, no te metas con ellos, si son tan monos”, ¡y una
mierda monos, a mí me acojonan! A mí me mandan un powerpoint con la cara de la
niña del exorcista y ya es que ni me inmuto, pero me imagino solo en mi cuarto
con la luz apagada viendo un video de los bebés esos, riéndose como psicópatas
endemoniados, que a ver, de qué se ríen tanto, que parece que te estén
diciendo: “míranos, nos cagamos cinco veces al día y no paramos de llorar, a
mis padres los tengo amargados, pero ten cuidado, ¡porque el próximo puedes ser
tú!”, ¡me cago vivo, me cago vivo!
Pero a lo que iba, si la red está
plagada de algo, además de frikis y bebes cabrones, es de porno. Porno por un
tubo, o por un cable de fibra, que sería más indicado decir. Millones de videos
porno en cientos de miles de páginas con miles de tías buenas que además de
estar buenas, ¡son muy guarras! Y vosotros diréis: “pues coño, qué guay, ¿no?
¿Acabas de describir el paraíso y te quejas?” Pues sí, me quejo porque por
culpa de Internet y el cibersexo se ha perdido mucho el romanticismo… El
“romanticismo del pajeo”. El “encanto onanista”. No sabría cómo llamarlo…
¡Vaya, que ya no se hacen pajas como las de antes!
Claro, si es que por culpa de
Internet ahora estamos saturado de sexo y con hacer un simple clic podemos ver
a cuatro asiáticas orinándole a un tío atado de pies y manos; o a dos gemelas
albinas haciéndole una felación a un hermafrodita; o a una mujer contorsionista
dándose un beso negro… Qué pasa, no me miréis así, he estado investigando para
escribir este texto, ¿o qué os creíais? El caso es que antes, para practicar el
afanado arte de darse placer a sí mismo había que trabajar más la mente, dar
alas a nuestra imaginación. Así, mediante ésta podíamos desnudar a nuestra
vecina del quinto o pillar en la ducha a nuestra profesora de gimnasia. Ahora,
si nos encontramos a nuestra vecina del quinto en el ascensor, pensamos: “Esta
tía está plana, si tuviera las tetas de Jesse Jane…”. Y cualquier chaval, en
lugar de enamorarse perdidamente de su profesora de gimnasia lo que piensan es:
“Mmm, no, paso de ti, que Sandra G. se abre mejor de piernas que tú”.
Eso por no hablar, del trabajo que
nos costaba a los chavales de antes, de los 80 y de los 90, hacernos con
material porno. ¡La vida! Teníamos que sobornar a los dependientes de videoclub
para que nos alquilaran las películas X, o al quiosquero para las revistas
aquellos que ni siquiera teníamos video aún. Esas revistas porno, ¡que no nos
cansábamos de oler! Ahora acercas la nariz a una pantalla y a qué huele, ¡a
nada! O si no, cuando nos dejábamos los ojos para ver el porno codificado del
canal +, ¡que aún hay algún fetichista que lo hace, cuidado! Y diréis: “pues
mejor ahora que no hay que ingeniárselas tanto para tener porno”. Pues no,
porque antes en el trabajo era donde uno encontraba su recompensa. Que veíamos una
simple teta y se nos saltaban las lágrimas. ¡Y no eran lo único que se nos
saltaba!
Eso por no hablar de una tradición
que se ha perdido totalmente por culpa del porno en Internet. Las pajas grupales.
Ahora todo el mundo delante de su ordenador, solo. ¡Cosa más triste! Antes los
chavales, cuando un colega conseguía una VHS porno, contábamos los minutos hasta
que sus padres salían de casa y podíamos ir todos a verla. Y cuando digo todos,
es todos, que a algunos de mis mejores amigos los he conocido haciéndonos
gallolas. Todo el colegio cabía en un salón para ver una porno, ¡impresionante!
Ni el cumpleaños del niño rico del barrio superaba eso, ¡la hostia! El porno
nos unía, hacía piña. Ahora como mucho estás viendo porno por Internet mientras
le comentas a un colega por el facebook que andas metido en la wikipedia para
terminar un trabajo de Historia, ¡bah!
Historia del porno, y de la
masturbación iba a enseñar yo a los chavales. Aunque bueno, con las cosas que
le enseñan ahora en los institutos no me extrañaría que acabara convirtiéndose
en asignatura obligatoria.
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