lunes, 9 de diciembre de 2024

¿POR QUÉ THE OFFICE ES THE OFFICE?

 



¿Qué añadir yo, a estas alturas, sobre The Office? Y es que he sido tardío en verla, acabé hace solo una semanas. Trataré de contar mi experiencia y los motivos que hacen que para mí The Office sea tan especial.


En primer lugar, el estilo, que, claro está, no nace de The Office USA, sino de la versión original, la UK (todavía la tengo pendiente, pero la veré sí o sí). Trataré de explicarlo de forma clara: es una idea súper brillante mezclar un humor tan absurdo, unas escenas y diálogos tan delirantes, con el formato tan realista del documental. He pasado auténtica vergüenza ajena, me he reído hasta doler al mismo tiempo que quería esconder la cabeza porque algunas escenas (las mejores de la serie) causan un estupor tal que la risa que te sobrecoge es totalmente nerviosa. Estás pensando "esto es real", pero no, no lo es, es absolutamente inventado y exagerado, solo que te lo cuentan de forma que parece real y, además, conecta con algo tuyo, con algo que has vivido, solo que no de manera tan histriónica y surrealista. Claro, luego, encima, están esas miradas a la cámara, encarnadas sobre todo en el personaje de Jim Halpert, buscando constantemente la complicidad del espectador, diciéndole "¿Tú también estás viendo lo mismo que yo? ¿Te ha pasado a ti también alguna vez? WTF?" Sublime.


Por otra parte, están los personajes, que se acaban convirtiendo en tu familia. De hecho, The Office es de esas series largas que cuando te las acabas te dejan un gran vacío, echas de menos a su gente, tienes que hacer tu duelo. Por supuesto, quien se lleva la palma es Michael Scott (a Steve Carell le tendrían que haber dado todos los premios del mundo por su trabajo). Ese personaje que todos, hay quien más, hay quien menos, llevamos dentro, tan tan tan necesitado de atención, de amor, al fin y al cabo, y que con tal de conseguirlo es capaz de cualquier cosa, llegando a actuar de manera desesperada, dando penita, sí, pero también enterneciendo, ganándote, para toda la vida. Y es que a Michael Scott ya lo podemos poner en el Olimpo de los dioses, junto a Homer Simpson y a Tony Soprano, monstruosos personajes que en la vida real seguramente causarían nuestro más profundo desprecio, pero que en la ficción amamos, adoramos, y se nos quedan guardados en nuestra memoria, tanto cognitiva como emocional, para siempre. Sin embargo, no solo de Michael Scott se nutre The Office (de hecho, tras su marcha la serie no se resiente tanto como habría cabido esperar). ¿Qué decir de esa confraternidad entre Jim y el espectador? (En la vida hay que ser como Jim Halpert, ¡qué buen tipo!) ¿O de la ternura de Pam? ¿Y de la encantadora relación de amistad/amor entre ambos? ¿Y de las contradicciones de Dwight, que venera a Michael pero desea fervientemente su puesto?¿Y del resto de la oficina, cada uno y una con su pedrada bien dada en la cabeza, pero con los que todos podemos llegar a identificarnos?


Y es que gracias a eso, a la identificación con la vida y ser de los personajes, a que las situaciones y los protagonistas de las mismas nos parezcan tan familiares y cercanos, y por supuesto, a un humor que, a pesar de no tener golpes de efecto ni risas enlatadas (o precisamente gracias a eso), es cómico sin hacer comedia, solo dejando que la comedia sea, nazca, por la natural interacción de unos personajes con otros, The Office entra en el top de las mejores sitcoms de todos los tiempos, quizá solo superada por Friends. O no. Da igual. Lo seguro es que ahí está, entre las mejores, ya que cada cual elija la suya. Yo me quedo con las dos y con alguna más. El caso es que esto sucede así porque The Office hace algo más que entretener y provocar risas.


Te cae bien. Te cae muy bien. Es más, te enamora. Y te enamora tanto que cuando se termina, tienes que hacerte esta cíclica pregunta que solo surge en ti muy de cada cuando una vez, cuando se van los mejores, y que es: ¿¿¿qué coño hago ahora yo con mi vida???




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